jueves, 15 de octubre de 2020

 


TIEMPOS LENTOS

    ¡Llegó el coco, llegó el coco! De un momento de desaliento a otro, nos vimos envueltos en un cambio radical de nuestras vidas, de nuestros tiempos, lógicas, conceptos y prioridades. De la nada dejamos de practicar nuestro deporte favorito, para cambiarlo (en el mejor de los casos), por brincar en una cuadricula de ¡uno por uno!, en la sala de nuestra casa, acompañados con una presentación de “Youtube”, para terminar sudando más que en el asfalto durante un maratón.

   Nunca nos imaginamos que nuestro planeta entraría en la llamada “Nueva Normalidad”; ni nos pasó por la mente la nueva rutina de salir siempre de casa con un “tapabocas” puesto y en algunos casos con “Pantallas protectoras faciales”, como si fuéramos científicos de laboratorio; algunas veces, más que por cuidarnos de un posible contagio, porque no nos castiguen las autoridades. — A quien se le iba a pasar por la mente; ponerse guantes de cirujano para ir al supermercado o cosas tan simples como dejarnos de dar la mano o abrazar a los amigos del alma, por miedo a un posible contagio. Ver el deporte televisado sin ningún y muy poco público, que hasta sonido artificial le colocan los productores, para hacernos parecer que todo está normal.

   Durante toda nuestra formación de vida académica y cultural, siempre supimos (aunque fuera de forma genérica) sobre la existencia de las pandemias en la historia de la humanidad;  siempre  oímos de al menos las famosas: “Plaga de Justiniano” (durante el imperio Bizantino, entre el siglo VI y el VIII que mató a más de 25 MM de personas en las costas del Mar Mediterráneo);  la “Peste Bubónica” o “Peste Negra” (que en el siglo XIV en Europa exterminó a más de 200 MM de personas);  la llamada “Gripe Española” (que a principios del siglo XX mató a más de 50 MM de seres humanos en medio de la primera Guerra Mundial) y muchas enfermedades que arrasaron países y continentes como: la Viruela (con tasas de mortalidad de hasta el 30 % de los afectados), el Sarampión (con cerca de 200 MM de fallecidos antes de la aparición de la vacuna), el Tifus, Cólera, y muchas otras enfermedades ya controladas en casi todo el planeta. — Más reciente, hace tres décadas no podemos olvidar las muertes de Rock Hudson, Freddy Mercury y otros más famosos con la aparición del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirido (VIH con una tasa de mortalidad del 80 % si no se diagnostica a tiempo), que tantas personas ha llevado al otro mundo, sin que a la fecha haya podido ser abolida totalmente.  Siempre hemos estado claros que de algo vamos a fallecer, pero quizás nunca nos imaginábamos la muy lejana idea, de que podríamos llegar a ser un posible número, en la fría estadística del ministerio de salud de turno.

   Pues; “sin derecho al pataleo”, sin avisar, sin garantía, ni “derecho a devolución”, sin distinción de raza, credo ni alguna diferencia humana; nos llegó a “Tirios y a Troyanos”, a “ricos y a pobres”, “viejos y jóvenes”, “negros y blancos”, el huracán “COVID19”, en menos que “Canta un gallo”.   De la noche a la mañana, vimos como en una desconocida y recóndita ciudad llamada Wuhan en algún paraje remoto de la geografía China; sin hasta los momentos conocer una razón científica creíble y demostrable, empezaron a fallecer seres humanos. De la nada empezamos a ver mascarillas, protectores, vestimentas científicas especiales (como esas que vimos en tantas películas de Hollywood sobre virus exterminadores de la raza humana). —De repente de la noche a la mañana empezaron lamentablemente a fallecer seres humanos, nos prohibieron la circulación, se inventaron el slogan “quédate en casa”, nos empezaron a apuntar con pistolas detectoras calóricas, nos acostumbramos a colocarnos guantes quirúrgicos (cual médico cirujano haciendo rinoplastia), mantener distancias prudentes, colocarnos gel antibacterial o cloro fumigado en las suelas de nuestros zapatos, y muchas nuevas formas nunca contempladas en nuestra mente. 

  En efecto; ¡La vida nos cambió! y nos golpeó el desaliento en muchos ámbitos de nuestra ritual existencia. Desde lamentablemente el caso extremo de haber perdido a un ser querido (QEPD); la tristemente situación de tener personas contagiadas en nuestro entorno cercano, el evitar el contacto físico mediante apretones de mano cambiados por “puñitos y coditos” y la desaparición forzada de los “abrazos del alma”. El empezar a desconfiar de todo aquel ser desconocido (y hasta de los nuestros) que se nos acercan a nuestro entorno, por miedo a un posible contagio. —Todo ello nos llevó a ser sumamente cautelosos; desde aquellos que se enclaustraron como “monjes benedictinos en monasterio en la cúspide de la montaña”, otros que no salieron de la puerta de su casa durante meses gracias a las compras, “deliveries” y pagos electrónicos; niños aburridos e incómodos, por ni siquiera poder ir a un parque a pasear a su mascota y recibir clases de su colegio mediante un “laptop” en su casa; y muchísimos ejemplos que nos incomodaron a nuestra normal existencia. — Hasta se creó el nuevo slogan que no terminamos de entender redactado como ¡La nueva normalidad! (como si antes de este pandemonio todo estuviera normal).

   Todo esto definitivamente nos cambió para bien o para mal nuestra forma, rutinas y estilos de vida; nuestro ritmo, costumbres, ritos, manías, encuentros amistosos, automatismos, deportes; y muchos más tuvieron que ser reconvertidos, para cumplir con las nuevas ordenanzas sanitarias y de orden público que muchas veces no comprendíamos ni aprobábamos. —Nuestra movilidad se vio reducida hasta incluso no poder visitar a familiares cercanos y lejanos que tanto extrañamos durante la radicalización de las restricciones, sobre todo en la etapa inicial de la pandemia. Hasta hubo quien escribió versos a la visitante “borrasca”:

Tiempos lentos

Nunca nos imaginamos

Que nos ibas a abarcar

Desde niños pensamos

Que no nos llegarías a asaltar.

 

El reloj nos fue cambiado

De lo rápido a lo lento

La prioridad fue abalaustrada

Sin que llegará el lamento.

 

 

 

Muchos la historia conocían

La maldita peste y española

Solo eran pasados que controlan

Y que a la humanidad vencían.

 

Solo nos tocó rezagarnos

Con conciencia para cuidarnos

El esperar nos regaló la vida

Momentos antes de la ida.

 

Dios nos brindó sabiduría

Para sobrellevar el momento

Y así no encontrar el lamento

Que nos llevara a la jauría.

 

La gran amiga la calma

Llegó para hacernos pacientes

A todos los seres conscientes

Que son amigos del alma.

 

    Sea lo que sea, que haya o esté inconmensurablemente pasando, hay que agradecer a Dios nuestro señor el estarnos o habernos entregado su virtud, cuidándonos en momentos tan difíciles en la historia de la humanidad, al dejarnos permitir el continuar de los sigilosos latidos de nuestro corazón, el respirar de nuestros límpidos pulmones sanos y el abrir de nuestros diáfanos ojos, todos los días para poder apreciar nuestra mágica e inmarcesible vida…

  

 

 

 

Escrito por: Juan Raul Alamo Lima. Caracas - Venezuela | Categoría: VIVENCIA

Revisión: Katibel Patiño. Puerto Ordaz - Venezuela

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14 de octubre de 2020

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