jueves, 29 de octubre de 2020

 

LA NOSTALGIA DEL FERROCARRIL

    ¡Ruinas, herrumbre y oxido!; rieles destartalados, túneles derrumbados y oscuros, viaductos desmoronados, puentes derruidos, metales carcomidos, maleza. Nos encontramos muchas sorpresas en nuestra traviesa excursión a pie, por los rieles del “Gran Ferrocarril de Venezuela” (también denominado en su época el Ferrocarril Alemán), caminando sobre la maltratada vía férrea, en las cercanías de la estación “El Encanto”, en las montañas de Los Teques capital del estado Miranda, a las afueras de Caracas-Venezuela.

    Para su construcción se usó recurso financiero que fue totalmente alemán, y su desarrollo y concesión se inicio durante el mandato del presidente Antonio Guzmán Blanco. Hasta los momentos ha sido la línea ferroviaria de mayor longitud construida en el país, que llegó a abarcar casi 180 kilómetros de rieles, 212 puentes, 182 viaductos y 86 túneles, entre la ciudad de Caracas y la ciudad de Valencia-Estado Carabobo. — Se empezó a construir con tecnología alemana en el año 1887 y comenzó a funcionar con relativa regularidad en 1894 durante el primer mandato del presidente Joaquín Crespo, abarcando un gran territorio en el norte-centro del país, contando con 22 estaciones en total y teniendo como extremos a la estación Palo Grande en Caracas y la de San Blas en Valencia, que se lograba recorrer, en aproximadamente 7 horas de viaje a una velocidad promedio de 20 km/h. Por razones del destino, la antigüedad de la infraestructura y de las locomotoras, sus vagones y el nivel deficiente de mantenimiento, dejó de funcionar en el año 1966. Como dato curioso podemos manifestar, que el impago de la deuda con Alemania en 1901 durante el gobierno de Cipriano Castro, activó la diplomacia de cañones del imperio alemán con el bloqueo naval de Venezuela en el año 1902.

   Un grupo numeroso de jóvenes y no tan jóvenes, pues nos dedicamos un “sábado cualquiera” en el año 2018, a practicar una excursión llena de camaradería y valentía, que abarcó un buen recorrido de aproximadamente 16 kilómetros en las montañas de los Altos Mirandinos. El transporte público nos trasladó desde la Plaza Bolívar de los Teques, hasta linderos al trayecto del ferrocarril y luego de hacer un “círculo de presentación” con los excursionistas y los guías, estos nos suministraron las instrucciones fundamentales y de seguridad pertinentes y empezamos a caminar, paralelos a una tubería de gas natural de gran dimensión en dirección a Caracas. —Nuestros guías expertos en el tema, en un momento nos dieron un giro de 180 grados y entre malezas chamuscadas por los incendios forestales, logramos encontrar los rieles melancólicos del ferrocarril y empezamos a caminar sin mayor dificultad, por la vía de los antepasados del siglo XIX en dirección a Los Teques.

   Más temprano que tarde, encontramos nuestro primer túnel de concreto con piedra, de aproximadamente 30 metros de largo, 5 de ancho y 6 de alto en forma semicircular; totalmente oscuro, por lo cual tuvimos que utilizar nuestras linternas de los teléfonos celulares, espantando a los murciélagos adormecidos que hacen vida en estas lúgubres construcciones legendarias. Curioso era observar como el ferrocarril contaba con solo un juego de rieles, túneles y puentes, lo cual nos manifestaba y deducimos, que fue construido para una sola dirección a la vez, por lo que el mismo ferrocarril que salía de Caracas a Valencia, era el que regresaba por los mismos rieles e infraestructura en dirección opuesta nuevamente a la ciudad de Caracas. En total atravesamos no menos de 10 túneles, con diferentes niveles de degradación y longitudes, en el recorrido de aproximadamente 6 horas, teniendo como meta la “Estación el Encanto”.

   ¡Mágico y retador! fue encontrar nuestro primer viaducto de al menos 70 metros de longitud, con alturas superiores a los 25 metros, construidos sobre estructuras de acero, totalmente oxidadas, que todavía soportaban los rieles y sus durmientes de madera, en muchos casos putrefactos o inexistentes. Un reto importante era hacer el paso de cada una de esas obras de ingeniería ferroviaria, rezando un “Padre nuestro” y pidiéndole a Dios que nos permitiera llegar al otro extremo “en una pieza”; por si fuera poco, estos momentos de efervescencia (y porque no llamarlos de miedo) se repitieron en dos oportunidades al tener que ¡sudar la gota gorda!

   De repente y como ¡fantasmagórica aparición!, en medio de la vía y sobre un puente de poca longitud, encontramos nuestro primer lote de vagones “abandonados a la buena de Dios”; pareciera que en el último viaje, se le empezó a acabar el combustible a la locomotora o por sabotaje laboral, fueron dejando los destartalados  ”containers con ruedas”, en medio de la vía como una señal de “despedida mortuoria”, al ferrocarril que transitó por esas vía durante 72 años hasta su “indigna sepultura”. Los “pixeles” de nuestras cámaras fotográficas hicieron de las suyas, entre óxidos, ruedas, rieles, vigas, cabillas, fuelles, rejas, enredaderas, gamelotes, arañas, avispas y demás tejido que confundía lo creado por el ser humano y lo adoptado nuevamente por la naturaleza.  —Seguimos recorriendo la vía oxidada y pudimos observar que en algunos puntos los inexistentes puentes estaban totalmente destruidos o en escombros, lo que nos hacia tener que bajar senderos y volver a subirlos hasta llegar al punto opuesto y así poder continuar nuestro caminar.  

   Y de la nada, logramos salir de la selva, que tomó los rieles del ferrocarril y entramos en un “descampado” en curva,  con al menos otros 20 vagones destartalados, pero sobre sus ruedas, y llenos de orgullo, recordándonos que “navegaron” sobre sus rieles durante más de 70 años y que seguirían orgullosamente firmes, para mostrar a las presentes y  futuras  generaciones, lo que significó el progreso y la movilidad de un pueblo que con tan solo 60 años de su independencia y tras muchas guerras federales, se dio a la tarea de desarrollar un país, que no se había enterado que bajo sus entrañas fluía un líquido negro, que “nunca pudo sembrar”, como predijo un gran escritor Venezolano en 1936, llamado Arturo Uslar Pietri. —Pues de la nada, se volvieron a activar los “pixeles” de las cámaras fotográficas y de los celulares, y se llenó el paisaje de chicas modelando, con sus “altas vestimentas”, que bien guardadas estaban es sus morrales y aparecieron de la nada del “sobrero de magia”; y acompañadas por la bandera tricolor, mostraban sus cualidades artísticas, que engalanaron el paisaje y le dieron alegría al alma del “Nostálgico Ferrocarril Alemán”.

   Continuamos caminando, sobre “riel tras riel” una interminable ruta y luego de casi 6 horas llegamos a lo que fue la Estación de “El Encanto”, que en los años  70´s, fue reconvertida en un parque recreacional misterioso, fantástico e histórico y que funcionó  hasta el año 1998, en un lugar de 80 hectáreas, que en su momento permitía a los visitantes tomar un tren compuesto por una locomotora diesel y otra de vapor, para realizar un recorrido turístico de 7 kilómetros en 20 minutos, pasando por cinco puentes y siete túneles, desde la estación “Lagos” hasta le estación “El Encanto”;  para lamentablemente, luego de 20 años más, en 2018, estar convertido en un completo y destartalado lugar, lleno de ningún mantenimiento y en total ruinas. Todo ello no le quito su “encanto”, pues se trata de un lugar lleno de bucares, jabillos y eucaliptos y con la locomotora lista para ser fotografiada. 

   La excursión fue un éxito y ¡La satisfacción fue total! Fue una mezcla de historia, nostalgia, irreverencia, ingeniería, naturaleza, amabilidad, amistad, buenas vibras que nos permitieron almacenar un nuevo “batido” de experiencia, sabiduría y honor, al haber podido recibir en vivo, un poquito de nuestra historia, que suele pasar desapercibida y que definitivamente se niega a desaparecer, pues tiene todavía, mientras no se mimetice con la naturaleza; mucho que contarnos…

 

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Escrito por: Juan Raul Alamo Lima. Caracas - Venezuela | Categoría: RELATO

Revisión: Katibel Patiño. Puerto Ordaz - Venezuela

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28 de octubre de 2020

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