viernes, 28 de agosto de 2020


 “EL ÁNGEL DE MI JARDÍN”

  ¿Existen manos mágicas? Toda la vida nos lo hemos preguntado muy a menudo; ¿los arboles nos escuchan?; ¿las plantas se encariñan con nosotros cuando las queremos como a nuestros hijos?; ¿La naturaleza bendita nos abraza siempre cuando seamos amables con ella?...

   ¡Siembra y mas siembra!; ¡Fruto tras fruto!; ¡verdes y más verdes!, con olor a tierra mojada llena de aromas.

   ¡Llegaron las calabazas! ¡Llegaron los aguacates! Gracias a Dios y a su ángel… Amigo de las auyamas, tomates, ajíes, pimentones; de los arboles de aguacate, mamones, mandarinas, guayabas y guanábanas, mangos, mangas, pinos, eucaliptos; y de rosales, crotos, cayenas y tunas; y pare usted de contar... — ¡Jesús tiene manos mágicas!... ¡Jesús vive la jardinería! —; Sin que él se diera cuenta, le oíamos “hablándole a la inconmensurable naturaleza” y por supuesto ella le contestaba siempre en su diafanidad, con un ademán, hechos, serenidad y absoluto estado de atracción de amor.

   Jesús Ramón Escobar, “El ángel de mi jardín”, llegaba todos los días a las 6 am en punto, con su pasito ensimismado, en la aurora hermosa y con su voluntad inexorable. No nació en la Venezuela profunda. ¡Todo lo contrario!, el llegó al mundo en 1956, por los lados del “Barrio El Encantado, (donde se alumbraba la grandeza con un petromax de dos candelas); tierra de indios Mariches, al este de la ciudad Capital Santiago de León de Caracas, donde el hoy maltratado y apestoso Rio Guaire, a finales  del siglo XIX, llenaba con sus aguas diáfanas y cristalinas el embalse que alimentaba las tuberías,  las turbinas y los transformadores de la primera Planta Hidroeléctrica de América Latina, para iluminar la oscuridad de una ciudad llena de traslucidos fantasmas, espectros, espantos, espíritus, almas perdidas, —voces de la muerte — y hasta a las ánimas del purgatorio.

   Cuando Jesús tenía 6 años, su madre Paula Juliana Escobar (que cumplió unos bonitos 100 años el 17 de agosto de 2019), su padre Ramón María Acosta (que falleció a los 76 años) y sus trece hermanos, cruzaron la cordillera y se trasladaron a las cercanías del Pueblo de El Hatillo y en el fundo denominado “Caicaguana”, copropiedad del Dictador Marcos Perez Jiménez, se asentaron como “pisatarios” a hacer su nueva vida llena de esperanza, holgura y fulgor. —Jesús, fue el hijo heredero número once, así que con mucho cariño cuidó de sus hermanos menores: Miguel, Ramón y Ricardo, con quienes compartió juegos en una humilde pero bonita infancia llena de trompos, papagayos, gurrufíos y canicas. Jesús, no pudo ir al colegio, pero siempre manifestó el deseo de aprender y a “trompicones” y con la ayuda de sus hermanas y amigos aprendió a leer y escribir para “así poder entender la situación”. Ya de joven, trabajó junto a su padre en las granjas de pollos y en las cochineras del sector; y en paralelo, sembraban y cultivaban frutos y procesaban carbón que trasladaban en lomo de mulas, por los caminos verdes, hasta los mercados municipales de Petare, Chacao o hasta el de San Jacinto, para hacer intercambios por carnes y productos elaborados para el sustento familiar; a veces este viaje duraba hasta 36 horas por lo que tenían que pernoctar a cielo abierto y estrellado en algún lugar de la “Sultana de El Ávila”, ciudad de los techos rojos.

   Nuestro amigo ya de adulto, logró tener muchos trabajos en la Venezuela mágica del dólar a 4,30; tuvo la oportunidad de llegar a ser propietario de un destartalado Jeep Willis del 59, de esos fotingos de latón, que daban tumbos y trastazos, como en que el General George Patton con mucho coraje transitaba  Europa durante la caída del III Reich persiguiendo nazis, y un Dogde Dart Sedan del 69,  (del tamaño de un peñero oriental), fabricado en el  Detroit de las injusticias patronales y las diferencias raciales; y tener varias motos, que le permitieron trasladarse a trompicones a sitios lejanos de su fundo chico a conocer el mundo grande; y hasta disfrutar del dinero ganado en esos lujosos y anhelados tiempos, cuando rendía como él oro y por un sueldo de 7 bolívares al día, cualquier viernes en la tarde (como era la costumbre), podía  gastarse su semana comprando14 cervezas y sobraba para el aguardiente San Tomé, ¡hasta descansar sobre un charco sinuoso que bailaba danzones blanquecinos, al temblor de los rayos de luna!….—Jesús, tuvo varias pretendientas, pero no logró fraguar ningún casamiento, ni unión de facto, ni concubinato y lamentablemente no logró llegar a tomar el Ferrocarril del amor fantasmagórico “Caracas-Santa Lucia”, que hasta principios del siglo XX circuló por esa ruta, de la cual ahora solo podía ver a lo lejos, sus rieles interrumpidos y  oxidados, en la ribera norte del Guaire a poca distancia de su humilde morada.

   Pero al fin se dio cuenta ¡que la tierra era su mejor amiga!; era siempre fiel, novia eterna, amor verdadero, celadora de secretos, y así fue que poco a poco encontró a su pasión, que le daba muchos hijos, le sanaba sus heridas, le comprendía como nadie en el mundo, le emanaba su petricor. —Su amante y querida tierra, era flexible y verde de manera inmarcesible como lo era su alma, aceptaba momentos de dificultades junto a Jesus; durante la sequía, se resquebrajaba, “como su piel morena receptora de los rayos del astro rey” cuando había pocas emanaciones de las nubes; y hasta a veces se mojaba hasta: “ablandarse más que mantequilla sobre cachapa de su maíz cultivado, recién salida del fogón de su madre querida”. —Él sabía cuando sembrar y cuando cosechar, utilizaba técnicas milenarias de agricultura quizás recibidas de los ancestros Indios Mariches, que vivieron en las cercanía de su lar y que le heredaron ¡más conocimiento artesanal que “Alma mater” a ingeniero agrónomo “Cum laude” recién envestido de toga y birrete! —Quizás incluyó, conocer que la siembra de la semilla se debe procurar durante “Luna en cuarto menguante”, y que el hablar al cultivo motiva el encanto de su fertilidad, o que el sonido y el tacto de la fruta o la hortaliza le entrega el momento exacto de su recolección, y muchas más técnicas etéreas e inexplicables para brindar efervescencia a la naturaleza.

   Jesús, “El ángel de mi jardín”; plantó hace más de 20 años, un retoño de un árbol muy pequeño traído del “Paño forestal de Uverito” en el Estado Monagas, que, con el paso de los lustros, se convirtió en un Pino Caribe de una gran envergadura, que luego fuera bautizado con el nombre a secas de “Ramón” que, por razones delirantes en el tiempo, él quiso tener. —Por cosas del destino, se construyó una edificación entre “Ramón” y otro pino no bautizado (por no saber transmitirnos su nombre), por lo que al seguir creciendo y aumentando su grosor,  ambos quedaron atrapados y comprimidos a sus paredes, sin permitir frisar y pintar el lugar de contacto; inclusive, aprisionó a un cable de una antena satelital, que no hubo otra manera de poder extraerlo, sin intervenirle radicalmente con un “formón de carpintero” y un martillo, para de esta forma crear un pequeño espacio en la pared y así poder lograr forzar su extracción.

   Apenas comenzamos la operación (con el primer impacto) y sin tener explicación terrenal, de manera súbita quedamos perplejos:  

         << Y sí, como sí el sabio “Ramón” tuviera vida y sintiera dolor; y sin vientos en el lugar — manifestó claramente su voz callada— y mágicamente movió su tronco 5 centímetros, durante unos segundos, permitiendo el retiro del cable, haciéndonos un ademán en vilo, para lograr un estado de felicidad perenne>>.

   Y Jesús, que siempre ha sido creyente de los imaginarios, e inspirado por “Ceres”, la diosa romana de la agricultura, las cosechas, y la fecundidad  y,  como es su costumbre, ayer inventarió la recolecta de calabazas, preparándose para “Halloween”  y así poder conmemorar “el final de la cosecha”, como hacían los antiguos pueblos celtas, porque: <<de que vuelan, vuelan>>

 

 

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