DON ARMANDO
Y SU PACIENCIA
Don Armando llegó por
casualidad a nuestra casa del bosque
hace 3 años de la mano de nuestra hija mayor, era el cacique de una tribu de 20
de los suyos donde había mucha promiscuidad;
¡era un conquistador!, ¡se las daba de Don Juan! Es un ser muy
solitario, de paciencia y de caminos.
—Siempre fue muy lento a pesar de su edad y se caracterizaba por ser un tipo
duro que da pasos cortos y dirige siempre su mirada hacia el piso. Un día nos
encontramos a Don Armando accidentado en un terraplén de nuestro terreno, con
la mirada agobiante, las pupilas dilatadas, el pulso lento y casi a punto de
desfallecer...
El agua le limpia, le
encanta y le purifica. No molesta, ni le afecta que lo molesten. Hace lo que
tiene que hacer en la vida y cree en el sin importarle lo que pase a su
alrededor. Tiene su casa propia, de hecho ¡el
camina con su casa puesta encima! Nuestro ser interno es nuestra casa, ¡piensa el! pues vuelve a ella cada vez
que lo desea sin tapujos buscando su paz. Ahora no tiene novia ni esposa, no tiene
familia, ya dejó de vivir en su tribu de los suyos, disfrutó de orgias,
apareamientos, vivió todo eso, pero la vida lo llevó a ser diferente en esta
etapa de su existencia.
No le importa que
sepan que es coprófago al que no le
falta nunca la comida, le encanta como si fueran “brownies”. Se hace rogar y se desaparece a menudo. No sabemos cuál
será su siguiente paso, su siguiente destino. ¡el solo vive y deja vivir!...
Dicen que nació en
una casa de llano, donde las corocoras
blandían sus alas rojas escarlatas en una laguna del Rio Caparano, en lugares
donde los bucares naranjas y los araguaneyes amarillos, “se pintaban de colores pa’ que no los conocieran”. En los lares de
amaneceres multicolores donde las anacondas, las babas y los chiguires
inundaban la sabana.
Su madre vivió como
100 años, pues nació en los tiempos del dictador Juan Vicente Gómez, en los
momentos cuando el magnate John Rockefeller
desvalijaba el petróleo y la brea tachirense para asfaltar las calles de New York.
—Cuando los estudiantes de la generación del 28, dejaban la “casa que vence las sombras”, por
trabajos forzados con trajes a rayas, construyendo carreteras desnutridas por
los confines de la patria. —Los ancestros de Don Armando también conocieron el
inicio de nuestra democracia de la mano del autor de Doña Bárbara y la ruptura del hilo constitucional por la bota del
nuevo dictador jefe de la Seguridad Nacional y logró ver otros 40 años en la
democracia de los “defectos y virtudes”,
que desarrolló al país a su máxima expresión, gracias al grifo abundante de la
maldita renta petrolera.
Cuando conocimos a
Don Armando (nos dicen su nombre proviene del personaje galán jefe de Betty la Fea),
empezó su relación con nosotros dándonos
unas lecciones de <<paciencia>>.
—Esta palabra definitivamente es una virtud, tiene que ver con “el tomarse las cosas con tiempo y con
calma”.
Es también: “La
capacidad de sufrir y tolerar desgracias y adversidades o cosas molestas u
ofensivas con fortaleza, sin quejarse ni rebelarse” y hay quien lo define
simplemente como: “la calma o
tranquilidad para esperar”. La Paciencia
es un poder que gozan muchos seres en el universo que les trae grandes
beneficios, sobre todo a la hora de tomar las decisiones correctas en la vida. —Lo
otro es que la tienen muy pocas personas y que a veces ocurre que la perdemos,
hasta tener que buscarla con linterna y detector de metales, pues es muy
difícil de que regrese.
A Don Armando le
encanta la naturaleza, el siempre se encuentra caminando por senderos verdes, subiendo cuestas, atravesando “gamelotales”, moviéndose por rutas con hojas secas de eucaliptos,
contando las hormigas y los bachacos que a veces lo acompañan. —En su nuevo hogar ve siempre a lo lejos los
pinos caribes, los chaguaramos, cactus, trinitarias, cayenas, mangos,
aguacateros y yagrumos, que con sus
canas y sus perezas (tan pacientes o
más que Don Armando) los hacen los dueños de la montaña .
El es un ser natural que nos mira con ojos
sobresaltados, siempre está pendiente de su alrededor, de que no lo molesten
los territorialistas del sector y que
no lo incomoden los guapetones del
barrio.
Desde que llegó a
nuestra casa escogió como lugar de pernocta la parte de abajo de la piscina, que
es un lar lleno de tuberías, válvulas, codos, filtros, bombas ruidosas y azulejos de
repuesto, pues ahí se siente a gusto y nadie se atreve a molestarle.
¡Es un tipo fantástico! A veces se disfraza de Yogui Hindú, o de
oso pardo de los Montes Apalaches norteamericanos y se atreve a invernar pasando
muchos días sin comer ni beber nada, ¡una
vez se nos perdió durante meses! y de repente estaba ahí, “vivito y coleando”. —Su fruta preferida es la patilla, le gusta
su color, su humedad y su dulzor que le calma la sed y le llena de energía.
A pesar de su edad le gusta jugar con carritos
a escala. Le traen recuerdos de bellos momentos de su infancia que le impregnan
una nostalgia que le hace feliz. —En especial los Tanques de Guerra con color olivar son sus preferidos como los que
usaba el General Patton en la segunda
Guerra mundial, pues dice que se parecen mucho a él.
A Don Armando ¡Una mala jugada le forjó su destino! Una pendiente muy accidentada
en la vecindad, generó un desliz en su lento andar y sufrió un accidente que lo
dejó virtualmente “patas arriba”. En
vista de sus heridas y cansancio, no había manera de que pudiese voltearse a su
posición natural. Cuando lo rescatamos, desconocíamos el tiempo que había
estado en esa posición incómoda, pues ya se encontraba en un estado de alta
dificultad. Lo volteamos, le dimos sus primeros auxilios, le quitamos el polvo,
respiró profundamente, se dejo estabilizar, nos miro con ojos agradecidos y
siguió su camino, lento, constante y paciente ¡como buen Morrocoy que es!...
Escrito por: Juan Raul Alamo Lima. Caracas - Venezuela. |
Categoría: Cuento
Asesora: Patricia Alamo Rodriguez - Irlanda
Blog: juanraulalamo.blogspot.com
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Twitter: @juanraulalamo
Facebook Juan Raul Alamo
13 de septiembre de 2019
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