miércoles, 31 de julio de 2019





EN BÚSQUEDA DE LA PERSEVERANCIA

Mi nombre es JEIAR. Soy un hombre común, de esos que no hacen aspavientos, ni de grandes conquistas, ni de enormes egos. Nunca me tuvo entre “ceja y ceja” ser como “Aquiles el de la Iliada”, que quería ser recordado luego de 3500 años.

Un hombre que de niño era persistente, pero de poca retentiva y memoria de corto plazo. Para mi suerte, Dios me bendijo trayéndome al mundo en una familia llena de valores y amor.
Desconocía totalmente el significado de la palabra <<Perseverancia>>, ni siquiera conocía que era un nombre femenino.

Nunca destaqué como alumno de buenas calificaciones académicas; todo lo contrario. Las distracciones en mis juegos de papagayo, carrucha, barajitas, carritos, trompo, patines en navidad… y por supuesto la televisión, evitaban que me concentrara debidamente para lograr buenas puntuaciones en la “Boleta”.

En blanco y negro en la tarde, Meteoro “Speed Racer” a las 4 y el Zorro “Cuando sale la luna…” a las 6, se llevaban mis tareas al fondo del morral desgastado.

A trompicones pues, terminé mi educación primaria. Eso sí; !El Diploma de Deportes me lo gané yo!. 
Muchos fueron los pares de zapatos de suela, que me tuvo que comprar mi padre en el pueblo de Baruta, de tantas patadas que le di al balón con tripa.
Cuando hice mi primera comunión, solo pedí a Dios dos deseos: “Chute e inteligencia”. El “Chute” me vino, pero a la pierna zurda y la inteligencia pues me la fue entregando a “cuenta gotas”.

Un día, la curiosidad hizo que me llegara mi primera pregunta de: ¿Qué voy a  ser en la vida?. Me acuerdo que a mi padre le dije en esa oportunidad que quería ser Astrónomo (Sí como Galileo…)  y me dijo: ¿y de que vas a vivir?... así que tristemente di por cerrada en el acto la fantasiosa elección.

En Bachillerato mis padres me cambiaron a un Colegio de curas Jesuitas con mayores exigencias. Esto chocó con mi falta de concentración, disciplina y lamentablemente empeoró la situación. Parecía que yo era de los jóvenes que preferían estudiar 3 meses al año en vez de 9, pues siempre llevaba materias a “reparación”; eso sí (no sé cómo) siempre salía del atolladero a punta de trastazos.

Me acuerdo durante estos cinco años de secundaria, de pasar “castigado” todas y cada una de las cinco vacaciones en la oficina de mi padre. En el escritorio polvoriento más pequeño del mensajero que siempre faltaba, “comiéndome” los libros y llenando los cuadernos nuevos que no arrugué durante el año académico, pues la amiga protagonista de este Relato nunca me abandonaba.    

Llegó en muchas oportunidades nuevamente la pregunta: ¿qué voy a ser en mi vida? y esta pasó por varias alternativas: desde Profesor de educación física, médico cirujano, militar naval… varias opciones alternaron por mi mente, hasta que me decidí por la Ingeniería, pues la opción fue tomada sin más complicaciones debido a que me gustaba simplemente <<armar y desarmar>> cosas.

A pesar de todos los contratiempos, contra todo pronóstico, “Believed it or not” ¡Llegue a la Universidad!. Eso si cual Forrest Gump  - el de Alabama en su película.

Ya a estas alturas, si me empecé a dar cuenta de que carecía de muchas virtudes, pero poseía una de las buenas, que era como dijo el Quijote: “Genio y figura hasta la sepultura”.

Ya había empezado a entrar en razón de que contaba con ella  y que podía definir a la mágica <<Perseverancia>> como: “Seguir el curso de acción, a pesar de la oposición, la frustración y el fracaso previo”.

Gracias a la palabra mágica, otra vez superé todo lo inimaginable, “barricada tras barricada” y así me pusieron luego de seis años en el pecho la medalla de Pregrado de Ingeniería y no contento dije: ¡ya va, esto no ha terminado! y así tres años más tarde y me pusieron la otra medalla de Postgrado en Administración. Y al final dije: ¡Ya está bien de tanto estudiar! , pues hay una vida afuera de la academia…

Ya con la madurez y las cicatrices que te da la vida, aprendí que habían otras importantes   palabras claves en la existencia del ser humano para lograr un desarrollo total en el paso por el planeta y que en este orden las identifico: Salud, Amor, Felicidad y por supuesto la mágica <<Perseverancia>>.

Ninguna de las 4 palabras son fáciles de encontrar, ni mucho menos de lograr, pero quiérase o no pues con la correcta combinación de ellas, podemos llegar a ser unos seres plenos y autorrealizados como decía “Abraham Maslow en su Pirámide de las necesidades”.

No sé sí la <<Perseverancia>> es una virtud; o si es una opción de vida, o si es una actitud. Es más o menos parecido a lo que es la “Felicidad“, que definitivamente es una decisión de vida el querer disfrutarla o no disfrutarla. Para mi creo que ambas son actitudes, y que definitivamente dependen de tu buena toma de de decisiones.  

A la mágica palabra varios autores la han definido de otras maneras:
.- Es la firmeza y constancia de ser o de obrar.
.- Es la constancia en la ejecución de los propósitos y en las resoluciones del ánimo.

.- Sinónimo de constancia, persistencia, firmeza, dedicación y tesón. En este sentido, se aplica tanto en las ideas, como en las actitudes, en la realización de algo, en la ejecución de propósitos o en las resoluciones del ánimo.
.- El término perseverancia puede ser empleado en cualquier circunstancia de la vida. Para ser perseverante se debe tener un objetivo claro o una meta que justifique el esfuerzo o dedicación en un período de tiempo generalmente extenso. Es por ello que se dice que la perseverancia es la clave del éxito en muchas situaciones, a pesar de que lo importante es saber cuándo perseverar y cuándo no.
También creo por cierto que la <<Perseverancia>> se aplica a muchas facetas de la vida: a la caza, la pesca, la agricultura. A los estudios, al trabajo, al amor, a los negocios, a las ventas, al deporte, al emprendimiento, a la invención, etc. Se podría decir que sin <<Perseverancia>> la vida no hubiera evolucionado, ni el ser humano sería lo que es en nuestros tiempos actuales.

La <<Perseverancia>> ha hecho grandes logros y generado grandes descubrimientos en la humanidad.

Algunas opiniones de autores famosos he encontrado  que definen al mágico concepto:

“La paciencia y la perseverancia tienen un efecto mágico ante el que las dificultades desaparecen y los obstáculos se desvanecen”. John Quincy
“Si una persona es perseverante, aunque sea dura de entendimiento, se hará inteligente; y aunque sea débil se transformará en fuerte”. Leonardo da Vinci
“No es la fuerza, sino la perseverancia de los altos sentimientos la que hace a los hombres superiores”. Friedrich Nietzsche
“Estoy convencido de que la mitad de lo que separa a los emprendedores exitosos de los no exitosos es la perseverancia”. Steve Jobs

Toda persona perseverante se caracteriza por saber perseguir sus objetivos con tesón y dedicación, acabar lo que ha empezado, mantener la concentración, trabajar con constancia y volverlo a intentar mejorando el método si llegase a fracasar.
Por lo general, los perseverantes somos optimistas, tenemos una alta autoestima y una alta capacidad de autocontrol y autodisciplina.
Pero existe una contrapartida y de esta manera, perseverar también puede ser negativo. A Veces en algunos proyectos hemos gastado mucho esfuerzo y tiempo en algo que no produce ni va a producir ningún resultado. Por lo tanto, uno debe saber no sólo cuándo perseverar, sino también hasta qué punto abandonar el proyecto u objetivo. Así, centra sus esfuerzos en otras estrategias para alcanzar el objetivo deseado y rescata lo aprendido frente a los errores cometidos.
Por supuesto también ocurre que existen personas que no tienen incorporado este  valor  en sus personalidades y lamentablemente son fácilmente desalentadas. En muchos casos abandonan lo que se proponen ante la aparición de la primera dificultad, nunca terminan lo que comienzan y siempre eligen atajos o el camino más sencillo. Es muy importante superar esa carencia, y entender que la <<Perseverancia>> implica un esfuerzo continuo y un compromiso de vida.
En Fin, la vida de JEIAR no llegó de gratis. Mi existencia ha sido la sumatoria de esfuerzo, tesón, ligados con suerte y mucha <<Perseverancia>>, para alcanzar mis propósitos y objetivos y lograr así una existencia llena de felicidad, amor y salud.

¡Este Relato no puede contener un final! Ya que en algunos casos sí existe la <<Historia sin Fin>>, pues si aquí acabara todo se esfumaría la magia de la palabra  y JEIAR dejaría de ser lo que es en su esencia…


   
Escrito por:
Juan Raul Alamo Lima, 29 de julio de 2019. Caracas - Venezuela.
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LA MUSA QUE ME ENAMORÓ

Y Raúl ¨El Relator¨ buscó hasta la saciedad a su ¨Musa¨ para enamorarla y así poder lograr su inspiración literaria…

Raúl fue educado desde muy niño para las ciencias, nunca amó los acentos, adjetivos, pronombres, adverbios que le complicaban la vida de su mente analítica, geométrica, trigonométrica, aritmética y matemática. Las normas de acentuación de las agudas, las llanas y las esdrújulas eran sus peores amigas.

De muy joven tuvo que ingeniársela para poder escribir los versos con los que enamoraba a sus novias, se le complicaban las sílabas métricas por la falta de compañía de su musa que escasamente llegaba, nunca aparecían Calíope o Clío o Euterpe…o Talía, que estaban engalanando a su padre Zeus en su Olimpo.

La inspiración de su arte literario por parte de las hijas de Zeus en un principio dejó mucho que desear. Talía, una de las musas del arte de la inspiración poética no se le acercaba.

Los primeros pasos de la búsqueda de su inspiración por las letras nació a sus tan solo 12 añitos de edad, en su primer año de secundaria. Fue su profesor de Castellano Plácido Lizancos Santos, nacido en Fisterra Galicia-España, quien le motivó a hablar por primera vez en público y a presentar y defender sus ideas y argumentos.

Su profesor Plácido lo inspiró a presentar su primera exposición de su inspiración ante un escenario y Raúl lo dedicó a su deporte favorito con el tema: “Mi primer gol”.
Nervios totales vibraban su cuerpo, mariposas ¨revoloteaban¨ en su pequeño estómago, pero el día del ¨susto¨ definitivamente llegó.

Los 40’s compañeros de su clase escuchaban ansiosos con la mayor de las atenciones, los detalles de cómo siendo el menor en edad de su equipo de futbol, con sus lentes de carey que corregían su estravismo, su pelo azabache y con su pierna “zurda”, jugando por supuesto de extremo izquierdo como ¨Gento¨ en el Real Madrid de los 60´s, logró marcar el primer gol de su vida, en la final del campeonato de infantiles de los “Criollitos” con los Rojos del Atlético del Este. En ese momento 

Raúl descubrió la magia de lo importante del influir ante las personas, mediante el uso de  apasionadas buenas palabras.

Ese día aprendió que si eres experto en el Tema, no deberás preocuparte por tu disertación ante un público, pues nadie en la sala tiene mayor conocimiento y podrás exponer y defender todas tus ideas planteadas.

Raúl continúo su vida sin las ¨Letras¨. Se graduó de Bachiller en Ciencias, obtuvo pre grado en Ingeniería y Post grado en Administración y no tuvo mayores tiempos para dedicarse a la literatura. No solo eso; las Letras lo ¨regañaban¨ constantemente por no seguir sus estrictas reglas.

Muchos libros leyó durante toda su vida, lo cual le permitió siempre estar pendiente de las buenas historias escritas por tantos excelentes autores, que lo llevaban a sus locaciones y fantasías como si estuviera en una sala de cine viendo excelentes películas pero en modo de cámara lenta.

Nunca pasó por su cabeza científica, que escribir tiene una básica serie de emociones y ventajas para la vida del ser humano, siendo la más importante la creación de un legado, para que tus generaciones del futuro no olviden tu nombre y cuáles eran tus principales pensamientos.

Los versos siempre pasaron por la creativa de Raúl, a su esposa Paixao en el año 2007 le dedicó lo siguiente:

Mi Bella Amada

En una tarde de junio
De aquel año ochenta y tres
Te conocí en ese mes
Para mi gran fortunio.

De ahí en adelante
Impregnaste mi ser
De tu aroma constante
Me llego tu querer.

Tres meses te me fuiste
Pues cuentas saldarías
Pero desde que me conociste
Sabía que conmigo te casarías

En una noche de oriente
Mi amor te declaré
Pues seguro mencioné
Que eras una valiente
Todo lo nuestro fue urgente
La boda, los hijos y demás
Pues nuestra vida así dará
Emoción a nuestras mentes.

Quiero contigo llegar
A amores indescriptibles
Que nos permitan sembrar
Torbellinos sobre el mar.

Amor eterno juré
Allá por ende los mares
Nunca me arrepentiré
Aunque vayas a otros lares.

Hoy es día de festejos
Pues haberte conocido
Me dio la oportunidad
De haber llegado lejos contigo…


¡Y por fin! De la nada, sin esperarlo, sin quererlo, sin estimarlo, a Raúl al fin le llegó su preciosa Musa, a sus casi 62 años, engalanando la frase ¨más vale tarde que nunca¨.

La musa no provenía del Monte Olimpo, sino de un país llamado Eire. Se presentó como ¨Patricks¨. Hermosa como la Venus de Milo, inspiradora de Zeus ¨el Padre de los Dioses y los hombres¨. Le dijo que lleva en su vientre a Gael, el niño de nombre gaélico, el ¨Guanche¨ irlandés, un crío motivador de tantas alegrías y creaciones de nuestra musa. 

Su Musa le contó que habita en la montaña peregrina de “Croagh Patrick”, la cumbre sagrada, la cima donde se venera el Santo Patrón de Irlanda. El Lugar que te recibe con riachuelos, que a medida que la escalas te muestra el mejor de los paisajes de los lagos azules profundos. Donde a la mitad del recorrido te otorga el descanso para que te prepares para su empinado final, acompañado por rocas y ríos de gente de todas las edades.

“Croagh Patrick” donde en su prominencia te espera una Capilla católica blanca y sobria. Donde sí tienes la suerte de no haber bruma te encontrarás el mejor de los paisajes de 360 grados. Ahí donde Patricks medita siempre con la vista dirigida hacia el Sur-Este, lo cual ella sabe solo el por qué.
Donde el frió nórdico, acompaña a los Peregrinos en honor a la hambruna de los años 1840´s  que generó tantas muertes y emigración de esta Isla verde.

A la Musa Patricks, algunos habitantes de Irlanda también la han visto en el nor-oeste de la isla esmeralda, en las cercanías de Claremorris el pueblito de las vacas, los caballos y los aromas, en el condado de Mayo. Le susurró en el oído, lo motivó y lo invito a exponer sus experiencias de vida en Relatos cortos, pues le dijo: ¨Raúl tienes mucho que contar de las bellas vivencias de tu existencia¨.

En honor a su bella Musa Patricks, Raúl primero se dedicó a prepararse y así investigar, para actualizarse con las normas del buen castellano.

Luego de todo lo expuesto, Raúl encontró asesoría literaria en su hijo mayor Gilberto, hombre habitante del Cusco, de los ¨trochas¨ de los Incas, de las cercanías de Machu Picchu, quien le recomendó depurar siempre sus errores, el no darse prisa en la terminación de sus escritos ( pués no le está esperando el director de Editorial Planeta) y le motivó a leer en voz alta cual “locutor de radio” sus escritos para escuchar su sintaxis y su amabilidad al leer.

Raúl también investigó que para ser exitoso un Relato, debe existir primero una planificación (un borrador), un “Show, don’t tell”. Raúl no termina de entenderlo, pero se trata de algo así como: “Explicar con pasión, mostrar en lugar de contar”. De Empezar bien y terminar mejor, para que sus vivencias sean atractivas. De no olvidarnos del conflicto que se debe solucionar. De que Relato sin acción es como “amanecer sin sol” y por supuesto debe existir un Protagonista con toda la simplicidad y credibilidad posible.

Y con tan sabia experiencia, con su musa sentada siempre muy cerca en su lugar de creatividad, a Raúl no le quedó otra alternativa, que quitarse el sombrero de científico y alternarlo con el de las letras. Mostrar su vida en detalle en enriquecidos formatos PDF, que le permitiera darle a su existencia la apertura de una nueva ¨ventana de la vida¨ de las tantas que hay y que nunca había abierto “de par en par”.

Un perfil desconocido de Raúl, que trata de humildemente inspirar a las nuevas generaciones, de informar a los de su época sobre sus historias y a generar un legado, para que sus hijos, nietos, bisnietos y amigos conozcan o algún día se recuerden de sus vivencias y de cómo este personaje llegó a reconvertirse de hombre de ciencias a hombre de letras, gracias a la inspiración de su bella Musa “Patricks”, la asesoría su hijo ”El Inca”  y sus dedos de ¨uñas cortas¨ sin ego en el teclado.



Escrito por:
Juan Raul Alamo Lima, 21 de julio de 2019. Caracas - Venezuela.
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EN LOS CIELOS DE DIOS

Y a Raúl le ocurrió lo que nunca imaginó. Fue en una tarde de nubes cuando abrió su paracaídas, de repente se encontraba a 2 kilómetros de la costa y ponía en duda que podía llegar a tierra firme...
Nadie puede negar que Raúl siempre ha tenido el sueño de poder volar.

Alguna vez en la vida se imaginó como se vería su hogar desde los cielos, que sería si pudiese sobrevolar los picos andinos como si fuera un Cóndor que aprovecha las verticales térmicas para ver las nieves eternas; pensar en cómo disfrutaría si fuese un Pelícano lanzándose en picada a buscar su alimento en mar abierto; o si volara como un pequeño colibrí, bebiendo de una cayena dulce y latiendo corazón a 500 pulsaciones por minuto, o si adornara como un Cardenal de Rojo fuego con sangre de héroe nacional.

La gravedad definitivamente nos manifiesta que el ser humano nació para estar a ras del suelo, nuestras características “antropométricas” nos indican que no fuimos creados por Dios para poder volar, pero la curiosidad por poder experimentar estas vivencias de los seres plumíferos nos ha llevado a aplicar nuestra creatividad para acercarnos a las nubes.

Cuando era niño, a  Raúl ya el espíritu del ¨Ave Fénix¨ lo motivaba;  le encantaba construir  y volar “papagayos” multicolores, los fabricaba con sus propias manos, buscaba la “verada” en las riveras de los ríos para hacerle su estructura, lo forraba con papel de seda multicolor pegado con un “menjurje” preparado con grumosa harina leudante y agua adornaba su superficie, flecos en los laterales que le quitaban la mudez y por supuesto el “pabilo” y su larga cola de tela de las sábanas viejas de mamá, que permitía su elevación controlada, remontando las nubes y buscando siempre a Dios.

Su sueño de querer volar siempre estaba a la hora del día. Hasta el más sencillo “cometa”, tenía el riesgo de perderse en la lejanía al romperse su “pabilo”, por la excesiva tensión generada por una fuerte ráfaga de viento.

Raúl una vez creó un papagayo color turquesa de forma hexagonal, que voló en forma totalmente vertical gracias a vientos térmicos y acompañó en su vuelo a los ébanos zamuros de turno que circundaban el cielo azul como un vals en la inmensidad del cielo.

El niño Raúl creció y su amor por los cielos continuó; y su deseo incondicional logró.
Ya de adulto sus sueños lo llevaron a donde su corazón fue feliz. El bello deporte de paracaidismo le hizo entender cómo llegar a los tan anhelados “Cielos de Dios”.

Y los momentos de este Deporte extremo llegaron. Un inseparable nuevo amigo paracaídas sujetado con tirantes a su Motocicleta hizo la de copiloto, lo acompañó siempre en su “dos ruedas” al aeródromo durante 38 oportunidades, a volar sobre las costas del Oriente, en pequeñas avionetas, para en grandes alturas poder volar como las aves y así recibir emociones más amplias y riesgosas, en cielos fríos, de inolvidables azules y abiertos.

La experiencia desde siempre anhelada vino a su ser. Luego de 4 horas de instrucción aprendió a lograr su sueño de “volar”. Le indicaron que medidas tomar en posibles mal funciones de la “Canopia” durante su apertura, para hacer de este deporte peligroso una actividad de riesgo controlado.

Raúl aprendió a armarlo y empacarlo debidamente en su contenedor, determinante para la correcta ejecución; la protección en caso de amarizaje para evitar enredarse con las líneas de suspensión. También aprendió como proteger las partes blandas del cuerpo en caso de que el aterrizaje fuese sobre arboles, como abrir el paracaídas de emergencia en caso de mal función del principal y lo más importante demostrarle a su “Maestro de Salto” que lo acompañaba en el primer salto, que su mente estaba preparada y no se “bloquearía” para saltar desde 2.500 pies, al verle directo a sus ojos, sin miedo, parpadeos y con la máxima templanza.   

Durante su preparación para lograr su sueño de volar, además del piloto, su maestro y paracaidistas experimentados, le acompañó los primeros 6 saltos una milagrosa “cinta estática”, conectada a la aeronave que le abría su paracaídas, de forma automática, al estirarse completamente su longitud.

¡Seis saltos duró obtener la confianza! Ya en el séptimo era momento de que su Maestro le diera la “alternativa cual Torero Manolete en su primera faena”. Y ahora sí; fue elevado a 3.000 pies de altura y aprendió sin remordimientos la mayor lección de volar, que es: ¡abre pues estás solo en la vida!  La Soledad una vez que saltó de la Aeronave le dijo: ¡tú y solo tú salvarás tu existencia!  

Raúl llego a experimentar el momento del vuelo puro; caída libre, con paracaídas en su espalda que duró 500 pies a 180 km/h, como “piedra en barranco” o lo que es lo mismo a 50 mts/seg, para luego abrir. “El altímetro” implacable le dijo: “ya es tu momento, después puede ser tarde…”

La sensación fue que durante los primeros 20 o 30 metros de caída, no existe ningún tipo de resistencia al viento, pero al llegar a la velocidad tope, se aplica la “Tercera Ley de Newton de acción y reacción” y el viento sopló contra todo su organismo, horizontalizándolo y al abrir los brazos y los pies como una – X  – , su cuerpo pudo volar en la orientación que se deseó.

Raúl continuó experimentando nuevos saltos. De 3.000 en el próximo vuelo lo subieron a 7.500 pies de altura y nuevamente en solitario, pudo volar pero por su inexperiencia, de forma bastante descontrolada, como pajarito que se lanza por primera vez de su nido, para a los 2.500 abrir su paracaídas que de forma segura le permitió un vuelo de 5 minutos hasta llegar al aeropuerto, no sin antes apreciar lo bello que es el mundo desde las alturas.

Le corría a borbotones la adrenalina a y cada fin de semana lograba entre 2 a tres saltos, cada vez más elevados. Lo que le daba mayor conocimiento sobre el arte de volar.

Y le llegó el momento de hacer - “trabajo relativo”. Raúl practicaba en tierra, la coreografía de turno, para con 2 o 4 compañeros hacer figuras sincronizadas, llenas de elegancia, organización y ritmo.
Y la obra “teatral”, se desarrollaba en esta oportunidad a alturas con un inicio a los 12.000 hasta los 3.000 pies, durante 2 minutos de danza infinita, que se tenía que terminar de forma abrupta, pues cada quien giraba en el cielo y en posición de “Flecha”, con los brazos pegados al cuerpo, se separaba del grupo para abrir en solitario su “canopia” y llegar al aeropuerto de forma segura.

Fueron muchas las experiencias vividas: sobre el aeropuerto, sobre el pueblo de Higuerote, sobre el mar, sobre el Rio Tuy. Vuelos bellos, eternos, fríos, de ojos llorosos, “cachetes de gelatina”,  donde cada segundo cuenta y la vida le enseñaba la importancia del valor del tiempo en segundos.
Percances tuvo varios; Una vez cayó sobre un árbol Cují, espinoso a más no poder y por ayuda de Dios no tuvo mayores daños. En otra oportunidad durante la apertura del paracaídas, el mismo rompió varias de sus telas, pero el manejo era controlable y no tuvo que abrir el paracaídas de emergencia.

Hasta qué a Raúl, en un “sábado cualquiera” en una tarde llena de nubes, volando a 12.000 pies, el aeropuerto no se divisaba y solo a ratos se observaba su posición, y luego de muchas vueltas en los cielos en la avioneta, se dio la instrucción del lanzamiento.

De repente se encontró en un espesor gris de un cúmulo nimbo que le quitó totalmente la visibilidad, la orientación, la claridad de sus pensamientos, que dejaron de ser multicolores y  desaparecieron en el acto. El norte era mismo que el sur, que el este y el oeste; solo se sabía que había un destino tierra en algún momento. Se desconocía la altitud de la nubosidad.

Pero Raúl sabía que era inevitable llegar, que estaba en un vuelo de bello gris, bajando como roca por despeñadero, como gota de lluvia fresca, como copo de nieve geométrico.

Y de repente, la nube quedó en su verticalidad; apareció la vida, lo conocido, la naturaleza, las playas, Cabo Codera, el pueblo, el mar con sus olas que le dijeron gracias por estar con nosotros.

Pero apareció lo menos pensado… La costa se encontraba a casi 2 km de distancia. Apuntó su paracaídas en el acto y su mente fijó el objetivo de llegar a las arenas de la Playa. Activó el protocolo de emergencia que consistía en soltar todos los amarres menos uno, para estar casi liberado al momento de caer al mar; hasta sus zapatos los destaconó para soltarlos al último momento.

Pero como siempre, Dios estaba con él; hizo su milagro y sopló viento en su espalda, y la utilizó como “la vela mayor de un galeón español” para hacerlo llegar felizmente a su destino. 

Y así Raúl logró su sueño, “Poder volar” que lo enseñó a navegar los cielos de Dios…






Escrito por: Juan Raul Alamo Lima, 18 de julio de 2019. Caracas - Venezuela.

Última revisión: 20 de julio de 2019
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123 DÍAS CON MI AMIGA SOLEDAD

Más de seis décadas atrás, el niño Padilla Redondo nació en una isla solitaria, sedienta y abrupta en medio del Océano Atlántico, donde su abuelo Padilla sembraba La Viña y enseñaba a su madre a pisar con sus pies descalzos teñidos de rojo la uvas en El Lagar y su Abuelo Redondo criaba a su Padre Antonio con aires de Cineasta, proyectando a Jorge Negrete y Joan Crowford; donde las Hespérides en su Jardín, guardaban su árbol mágico de manzanas de oro que le daban su inmortalidad, donde el árbol Garoé ordeñaba las nubes para traerle el preciado líquido a los sedientos habitantes de la Isla de El Meridiano.

Padilla Redondo era del  mismo lugar donde los lagartos del paleolítico de una especie muy rara reptaban en los Roques de Salmor con solo mar a su alrededor; en el lar donde un retorcido por siglos de viento árbol en el Sabinar, cuidaba a la Virgen de los Reyes  en su soledad en la Dehesa de los pastores.

Sin saberlo, la Soledad a Padilla Redondo siempre le ha acompañado, la Soledad que heredó de su Isla querida, en todo momento se disfrazada de bajadas de la virgen, de tertulia, de gentío, de bullicio, de fiesta, de verbena y de misas dominicales.

Padilla Redondo guardó pocos recuerdos de su iniciada infancia entre Valverde y su mar.

Muy pequeño, Padilla Redondo dejó su Isla querida y  no fue convidado a atravesar el océano, pero así lo hizo. El Pico Teide a sus espaldas quedó, los espíritus de los aborígenes Guanches bimbaches le dijeron adiós, el Faro la Orchilla enemigo de los Ingleses de Greenwich y su Mar aceitoso de las Calmas lo despidieron, con la vaga esperanza de su regreso.

Siete días  duró la travesía por el mar de los Sargazos, donde 450 y pico años atrás, Colón casi tuvo un motín a bordo de la Santa Maria. Navegando y mareando, viendo horizontes multicolores y caleidoscopios alucinantes, llegó a la Isla Guadalupe y sus aguas cristalinas, donde las “pesetas” que lanzaba por la borda su pequeña mano desde el buque  “Anna C”, los niños negritos nunca vistos las buscaban  en el fondo del mar; de ahí hacia al sur-este el Mar Caribe, le tendió la “alfombra roja”  hasta la pequeña Venecia al norte de la América del Sur.

A lo lejos y desde el mar en su llegada, La silueta de mujer de La cordillera de la Costa lo asombró y en especial la Cima del Picacho de Galipán le dio la bienvenida a la tierra de Los Indios Caracas, Mariches y Caribes.

De niño jugaba solo. Carritos, carruchas, papagayos, trompo, gurrufío, todos nuevos juegos heredados de la Ciudad de los “techos rojos” y así hacia que se divirtiera y creciera su mente infantil, para tratar de  entender el camino por venir.

En su época adolescente evitó la soledad a toda costa; pero nunca pudo llenarse de amigos, compañeros y compinches; pocos fueron sus amigos del alma. Sin querer le llegó su primer amor, que le llenó su pecho y corazón, pero más temprano que tarde, volvió a su amiga Soledad.
…/…
La soledad siempre fue buena amiga, aunque él la evitara; le permitía reflexionar y revisar su mente para conocerse mejor.

En su secundaria, valores de Jesuitas recibió; costumbres llenas de buenos destinos, de claridad en sus actos, de pensamientos de correctitud.

A Padilla Redondo durante su etapa universitaria, la tiza, los lápices, sacapuntas, borras, cuadernos, los libros, exámenes, laboratorios, salones, pupitres y aprendizajes,  fueron su mejor compañía; el conocimiento adquirido le abrió su mente. La perseverancia fue su palabra favorita para llegar a buen destino.

Estar ocupado fue el mejor amor de esta etapa de su vida para no estar en soledad y  siempre buscó su alma gemela que no llegaba y le daba tiempo para concentrarse en alcanzar su meta académica, que se propuso como proyecto de vida.

Sus estudios los combinaba con deporte; goles zurdos eufóricos en su futbol, Katas y kumites en el Karate, caídas libres y canopias en el paracaidismo fueron sus grandes hobbies; los cielos del oriente le mostraban el arte de volar y bailaba entren cúmulo nimbos  con la soledad de la incisiva amiga gravedad.

En una mañana de verano de veintiañero, el destino la trajo a él; con una bolsa de “chipichipes” en la mano, oyó un caminar “taconeado” y así le llegó el amor de su vida, la bella damita bautizada Paixao, le  borró su soledad en el acto con Venus y su belleza de testigo y le liquidó la ilusión perdida y le entregó la mayor “pasión” como su nombre engendró.

Paixao al inicio le dijo: “A veces se quiere decir tanto, pero las palabras parecen pocas, creo que para este empezar te he dicho sinceramente lo que en verdad siento, ahora el tiempo lo dirá si este empezar funcionará…el tiempo y nosotros”…

 “Amo en ti todo lo que eres: tu persona, tus palabras, tus bromas, tus caricias, tus besos, todos eso que me das lo amo. Has sembrado en mí lo más bello y maravilloso que se pueda sentir”...
Con el caminar en su vida, el gran  amor concluyó en nupcias, Paixao lo aceptó junto al Padre Hernandez “hasta que la muerte los separe…”. Les nacieron tres bellos hijos, que siempre tuvo a su lado y a los que nunca les enseñó, ni quiso  mostrar la cara amarga de la soledad. Hijos estos que engendraron a cinco nietos; herencia y regalo de Dios.

Padilla Redondo siempre recordaba que su padre, el hijo de su abuelo Redondo, el que le enseñó que “el buen Capitán se ve en la tormenta” y le entregó su primer ejemplo y lección de la soledad; cuatro años sin el calor de su hogar en la Isla del Meridiano, una esposa llena de ansiedad, cinco hijos a su espera, en la época de los años 60`s, cuando las cartas tardaban dos meses en cruzar un océano, hasta llegar a su destino. Padilla Redondo nunca quiso seguir los pasos de la separación, engendradora de grandes soledades.

Hizo todo lo posible para que ello nunca pasara.
…/…

Pero, su destino de nacimiento, más temprano que tarde volvió.

A Padilla Redondo ya en su tercera edad, Paixao se le fue y Padilla Redondo con Soledad otra vez quedó. La razón: buscar la calidad de vida en la Madre Patria que la pequeña Venecia no podía darle a su familia. El “Nido vacio” fue del tamaño del Auyantepui;  y se sintió inmenso, lleno de duelo, negación y aceptación en un principio.

Al final Soledad, su vieja amiga, volvió a él. Le indujo a abrir nuevas ventanas de la vida, a apoyarse en su Dios, en su fortaleza, en sus canas y en su paciencia, para entender que Soledad es amiga de quien la acepta y que viene a darnos lecciones de Literatura, de tesón, de cocina, de creatividad, de entendimiento y de autoconocimiento.

Soledad te trae siempre nuevas experiencias, sorpresas, te abre nuevos horizontes, te hace conocer tu yo en profundidad.

Soledad, gracias por nunca dejarme solo, al traerme tu compañía…



Escrito por: Juan Raul Alamo Lima, 08 de julio de 2019. Caracas - Venezuela.
Última revision: 20 de Julio de 2019
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ESTELAS DE UN MOTERO FELIZ

Érase cincuenta años atrás, en algún lugar de Venezuela, en una  desierta  cancha de baloncesto, cuando un adolescente de 12 años tuvo por primera vez el placer de conducir una motocicleta, rodó una Vespa 150 cc. Vueltas infinitas recorrió entre cestas y cestas, y en el  mismo momento se forjó una pasión que he permanecido por 50 años, pues le llenó su mente y su cuerpo y lo enamoró para toda su vida y le bautizó en el acto en MOTERO.
A principios de los 70´s, pocos tiempo  después, su hermano menor le heredó  una Yamaha 100 de calle, que fue poco a poco modificada, para practicar rutas de montaña; tacos en cauchos, pesos eliminados, parafangos acrílicos, tracciones mejoradas y escapes libres con mucho ruido, generaron mayores potencias y adrenalinas e invitaron a escalar empinadas cuestas y demostrar que la zona de confort no era lo de él.
Con el paso del tiempo la aventura lo llamaba y aumentó la escala a labores más arriesgadas con la Enduro 250 CC de su hermano mayor. En las montañas de circunvecinas, exploró “trochas” y senderos, llenos de inclinaciones, tierra, curvas, piedras, arboles y hojas. Un día de mucha lluvia, exactamente el sábado 14 de septiembre de 1974, en las riveras de un Rio llamado Tusmare, un gran ruido se oyó aguas arriba, y acto seguido una inundación creció el caudal y quedó atrapado en medio de las aguas, para  pocos minutos después, ellas bravas lo arrastraran. Su vida solo Dios la pudo salvar, un árbol caído en medio de la corriente le permitió sujetarse 200 mts rio abajo, a pesar que La moto nunca fue encontrada.
A finales de los 70´s llego la época de universidades, de traslados necesarios para poder conseguir el objetivo académico. La nueva experiencia era pura velocidad, la Yamaha 2 tiempos 350 cc expropiedad de un piloto de carreras, además lo invitó a experimentar rutas largas  y aprender a manejar en caminos sinuosos. Cosas del destino, un nuevo accidente lo estaba esperando, más tarde o más temprano la moto lo lleva al suelo y esta vez fue la sorpresa de material asfaltico, no divisado y olvidado en el hombrillo de una autopista, lo que  lo disparó por los aires y salvó su vida, nuevamente Dios mediante  y su casco que le cedió un manto protector.
A principio de los 80´s los momentos  de Deporte Extremo llegaron, el Paracaídas sujetado con tirantes hizo la de  copiloto, lo acompañaba siempre en su “dos ruedas” al aeródromo durante 37 oportunidades, a volar sobre las costas del Oriente en pequeñas avionetas  para en grandes alturas, volar como las aves y así recibir emociones más amplias y riesgosas, en  cielos fríos, de inolvidables azules y abiertos.
Más tarde en los mediados  80`s, al MOTERO le llegó el “amor verdadero”, una linda damisela que nunca había probado las mieles del  “Viento en la cara”, le profundizo su relación y  tatuó amor adrenalítico para toda la vida, pues en  un momento nocturno, para que el intenso amor que no lo dejaba concentrase en el aula de clases universitaria, lo invitara  recorrer 40 kms de distancia,  a velocidades de altura a preguntarle si lo aceptaba como alma gemela para toda la vida, lo cual ella aceptó.
En menos de 5 años y con el nacimiento de sus tres hijo, llegó la herencia de la pasión con una mini moto Honda Minitrail 50. Hijo tras hijo, paseos tras paseo, en calles, playas, arenales, llenaron sus mentes infantiles con la briza en la cara, el olor a gasolina, el calor del motor y las vibraciones, lo cual fue inolvidable.
Durante el final de la última década de siglo XX y principios del XXI, una Vespa 150 llegó a su existencia para rememorar su origen, 20 años atrás.
Ya en el siglo XXI experimentó nuevamente la montaña; primero en una ATV  Quad Yamaha 400 de 4 ruedas y luego en una enduro KTM 250 cc, hasta que reconoció que su edad podría limitar las exigencias de tan duro deporte extremo pues estuvo a punto, en el año 2011 de quedarse inmerso en el cansancio en una “trocha” llamada Miguel, en solitario durante nuevamente en un día de lluvia.
En 2014 luego de mucho andar le llegó a su sueño de toda la vida, el detentar una nave de alta cilindrada, pues una Benelli Trek 1130, llenó su vida de potencia no percibida,  paisajes, compartires con personas de su misma pasión, rutas playeras y montañosas recorridas.
Ya en 2019, luego de 40 años sin que le ocurriera, le tocó rememorar lo que siempre la moto conlleva y es que mas tarde o más temprano “el suelo te llama” y hasta algo tan simple como el moho verde en un pequeño pozo de carretera, te mueve la rueda y te deja sin el preciado equilibro que obliga el manejar moto segura.
Hay muchos tipos de  MOTEROS:  de ruta, de montañas, de aventuras, de racing, de motocross, de Trial, de diligencias de trabajo, de Ciudad, extraurbanos, extra territoriales, de Ríos, de Llanos y de desiertos.
La vida le dio muchos títulos al personaje feliz de este cuento: el de Bachiller, el de  Ingeniero, el de Magister, el de Asegurador, de Corredor de Reaseguro, el de Karateca, el de Arquitecto de Sistemas, el de “Runner”  y otros tantos, pero ninguno lo idéntifica más con lo que es de MOTERO…
Con tantas experiencias cabalgando en el “Caballo de Hierro”, la moraleja de EL MOTERO es la siguiente: “ Nada te llena más tu existencia que la libertad de un MOTERO, ella te otorga el disfrute de los aires en tu rostro, las vibraciones en tu cuerpo, la adrenalina en tu mente y la paz en tu alma”.

Escrito por: Juan Raul Alamo Lima, 01 de julio de 2019. Caracas - Venezuela.
Última revisión: 20 de julio de 2019
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