martes, 2 de junio de 2020





LAS MEDALLAS DE LA VIDA
   
   Desde muy niños tenemos la necesidad de ser reconocidos y recibimos premios o incentivos por nuestras buenas conductas, o en contraparte castigos o regaños por no regirnos por las directrices de nuestros padres, maestros, tutores, autoridades y otros seres humanos cercanos a nuestro crecimiento. —Nuestro medallero abarcó besos, abrazos, palmadas, remuneraciones, medallas, diplomas, anillos y hasta en algunos casos reconocimientos públicos y ni hablar por el contrario de las reprimendas, regaños y otros actos  persuasivos que nos enseñaron a elegir entre los caminos del bien o el mal de la vida.

  Toda la vida deseada la hemos pasado “persiguiendo a la zanahoria”, pues sin esta motivación, normalmente una persona no se siente esperanzada, para así lograr una vida mentalmente estable y acomodada que nos permita satisfacer nuestras necesidades y adquirir los juguetes que normalmente nos otorga la existencia como premio a nuestro esfuerzo.

  Existen definitivamente necesidades fisiológicas (básicas) y mentales (subordinadas-superordinarias), que  nos permiten lograr una vida sana y confortable en nuestro transcurrir por nuestra existencia. Las necesidades humanas son finitas, pocas y clasificables y son las mismas en todas las culturas y tiempos, pues lo que ha cambiado es la forma y los medios de poder satisfacerlas.

  El Psicólogo norteamericano Abraham Maslow, en su libro “La Teoría de la Motivación Humana”, escrito en 1.943, plantea el modelo de la “Psicología Humanista” y generó el desarrollo teórico conocido como “La Piramide de Maslow”, que se basa en un “modelo prioritario de las jerarquías” de las necesidades humanas, en las que la satisfacción de las necesidades básicas da lugar a la generación de necesidades más altas o superordinarias, que coloca en este orden nuestras prioridades: Fisiológicas, Seguridad, Afiliación, Reconocimiento y Autorrealización.

   Las necesidades Fisiológicas contemplan entre otras: el poder vivir, tener una buena salud, alimentación frecuente, respirar, eliminar, dormir y manejar nuestros cinco sentidos a cabalidad. Las de Seguridad: abarcan el tener un techo donde vivir, una cama donde dormir, lograr controlar los asedios climáticos y la ausencia de la inseguridad personal y laboral. —Las de Afiliación: que arropan la inclusión en la sociedad y compartirse a sí mismo con otros seres humanos, el encuentro con el amor reciproco, la pertenencia, la camaradería y el logro de los buenas amistades. Las de Reconocimiento: que es nivel de la necesidad de la “estima”, que incluye el éxito y el estatus, contempla tanto la percepción propia (autoestima) como también la percepción que la sociedad transmite sobre nosotros (heteroestima) y las de Autorrealización que son normalmente muy abstractas y complejas y tienen que ver con lo moral y espiritual, siendo normalmente todas ellas individuales y subjetivas, y que abarcan momentos de “Experiencias cumbres”, como el amor, entendimiento, felicidad y  conciencia de la justicia, armonía, verdad  y la  bondad.

   Nuestra disertación sobre el tema titulado  las “MEDALLAS DE LA VIDA” se fundamenta en el “Reconocimiento” (cuarto nivel de las necesidades humanas según la pirámide de Maslow), que en muchos casos estamos persiguiendo día a día, sea de parte de nuestros padres, pareja, hijos, hermanos, familiares, amigos, vecinos, comunidad, público, seguidores, empleadores, empleados, profesores, alumnos, y cualquier otra persona o institución que estime valorarnos o juzgarnos y pudiera afectar positiva o negativamente nuestra autoestima.

  Hemos oído en muchas oportunidades que — ¡Nunca hay una segunda oportunidad de generar una primera buena impresión!; por todos es conocido este refrán, que bien aplicado en nuestra vida cotidiana nos genera la apertura de muchas puertas en temas como el amor, el trabajo, las ventas y las relaciones públicas, generando éxitos de diferentes magnitudes, cuya sumatoria nos define los logros conquistados en nuestra vida en el largo plazo.
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  Nuestras primeras medallas logradas fueron en la temprana infancia con los besos y cariños de nuestros padres, familiares, la amistad de amiguitos; a medida que se produjo nuestro crecimiento y con el desarrollo y pasar de nuestra vida le agarramos el gusto y empezaron a llegar medallas de metal que abarcaron y brillaron en nuestro cuello acompañadas de sus cintas de colores, y billetes y monedas que sonaban en nuestros bolsillos. —Cuando aprendimos a dominar a esta situación mediante el uso del “saber como” o “Khow How” , era muy difícil el que las medallas dejaran de llegar, entre tantos actos académicos, deportivos y profesionales.

   En contraparte, a veces la vida impide la llegada de las tan buscadas medallas, quizás como consecuencia entre otras razones del poco: aprendizaje del conocimiento, especialización, disciplina, concentración, esfuerzo, perseverancia, elocuencia, enfoque, correcta planificación, metas claras,  conocimiento de sí mismo, humildad y  porque no ¡un toque de suerte!.

    Ampliando el tema, podríamos revisar algunas preguntas a  discutir o a disertar sobre el satisfacer la necesidad de Reconocimiento como:

 ¿Cuántas medallas necesitamos para lograr la autorrealización?
 ¿Debemos llenar nuestras paredes de medallas y diplomas para poder parar?
 ¿Será que mientras más es mejor?
 ¿Será cantidad antes que calidad?
¿No se convierte en un vicio o una mala práctica tratar de ser reconocidos frecuentemente?
 ¿No debería bastar con ser nosotros mismos los que nos tenemos que autoreconocer?

  Cada una de esas preguntas tienen distintas respuestas basadas en  la lógica mental de cada persona y en la prioridad que cada vida le otorga a la necesidad del Reconocimiento. Son muchas las posibles preguntas que nos podemos hacer, pero probablemente podríamos llegar a la misma conclusión: ¡y es que hay saber parar y seguir haciendo lo que estemos haciendo, sin esperar siempre una recompensa o reconocimiento forzado!

   ¡Existe una medalla muy difícil llamada dinero! Que a veces perseguimos sin sentido ni magnitud. En algunos momentos nos confundimos de tal manera, hasta llegar “al acumular por acumular”, en algunos casos sin ningún tipo de control, con excesivos gastos superfluos como le ha pasado
“factura” a muchas personas en la historia, que no han derivado en buenas obras y hasta han llegado la “banca rota” por no saber manejar una abundancia descontrolada.

   Las medallas deportivas también son muy complejas de medir. ¿Es que el premio está en la medalla del día del Evento o en el entrenamiento diario generador de endorfinas y suplidor de una buena salud?   

   Creemos y confiamos plenamente en que el reconocimiento debe venir de nuestro intelecto y  de la seguridad de nuestras convicciones. ¿Por qué permitir o tomar en consideración en nuestra madurez y no descartar, que terceras personas te juzguen sobre lo que está bien o está mal?,  que a veces proviene de una opinión formada de forma simplista o subjetiva y normalmente se es erróneamente comparado con alguien más.  El reconocimiento es muy subjetivo y siempre depende de terceras personas que juzgan muchas veces sin un conocimiento o entendimiento total de nuestros actos. —Uno tiene que creer y ser feliz con lo que uno hace, sentirse satisfecho y trazarse metas de perfeccionamiento, independientemente de si alguien te va a “aplaudir” o no.  El reconocimiento también depende mucho del estándar o la medida del reconocedor. El reconocimiento es ego completamente como necesidad de valoración y hasta puede ocurrir que es en muchos casos se convierta en ¡baño de vanagloria!

   Es un tema complicado de tratar, pues muchas personas no han tenido suficientes éxitos y reconocimientos, o inclusive que simplemente este tema no ha sido una prioridad o meta para ellos, o la vida les ha tocado de diferente manera, pues empezaron desde un “escalón” diferente, como la familia a donde llegó nuestro cuerpo y mente en el universo, la educación recibida, los tutores encontrados, etc.

  Considero que no nos hace mejores personas ser reconocidos por ser reconocidos o peores al no serlo. Una Rosa roja es reconocida como bella, no porque la flor nos lo pida o nos fuerce a ello, sino simplemente porque esa es su naturaleza o esencia.

   Para finalizar y como dijo un sabio: “El bien se hace, pero no se dice y algunas medallas se cuelgan en el alma, no en el cuello”.
      

Escrito por: Juan Raul Alamo Lima. Caracas - Venezuela | Categoría: Disertación
Asesora: Patricia Alamo Rodriguez - Irlanda
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02 de junio de 2020